Campaña para la Educación Sexual en la preadolescencia y adolescencia de la Diputación de Cádiz, escrita y dirigida por Yolanda Domínguez
El 90% de niños y niñas han visto porno antes de los 12 años según las investigaciones del Dr. Lluís Ballester de la Universidad de Baleares. La pornografía mainstream, cada vez más accesible a través de la tecnología, se ha convertido en una guía sexual para millones de adolescentes que resuelven sus dudas sobre sexo en internet. La falta de educación sexoafectiva y la ausencia de regulación de los contenidos pornográficos traslada una percepción distorsionada de la sexualidad a la juventud, siendo la más perjudicada. Según las estadísticas el 87% de los chicos cree que los vídeos que ven reflejan bien la realidad de la sexualidad y el 64% que no tiene ningún efecto negativo*.
EL PORNO NO ES SEXO
Las investigaciones demuestran todo lo contrario: la pornografía tiene efectos muy dañinos en la salud sexual. La ausencia de diálogo y de afectividad elimina de las relaciones sexuales elementos tan importantes como el deseo mutuo, el consentimiento de todas las partes y la protección ante enfermedades. La falta de empatía es otra de las consecuencias derivadas de la pornografía, desconectarse de sentimientos de las demás personas buscando satisfacer solo el deseo propio da lugar a situaciones de violencia. Aunque los contenidos parezcan inofensivos las secuelas físicas, psicológicas y sociales del porno son numerosas. A nivel individual puede provocar adicción, disfunción eréctil e insatisfacción sexual. A nivel social normaliza la violencia hacia las mujeres y contribuye a la cultura machista.
EL PORNO NO ES GRATIS
La libre circulación y la gran accesibilidad permite a la industria del porno ganar cifras astronómicas. El 12% de los sitios web (unos 25 millones) son pornográficos. El 35% de las descargas realizadas en internet son de contenido erótico. Cada segundo se gasta en pornografía 3 millones de dólares y el valor anual de esta industria a nivel internacional ronda los 5 mil millones de dólares. Una industria que, además, alimenta la demanda de prostitución y por lo tanto la esclavitud de mujeres y menores en todo el mundo.
LAS CAMPAÑAS DE CONCIENCIACIÓN
Las campañas de concienciación sobre el consumo de pornografía dejan fuera del problema a quien es más responsable y tiene más poder para cambiar las cosas: la industria, las plataformas que alojan los vídeos, la ausencia de educación sexoafectiva, la falta de regulación y la nula implicación de las aplicaciones que permiten poner link a sus contenidos. “NO ES SEXO, NO ES GRATIS” pone cara, por fin, a un magnate del porno, a un hombre que se lucra con la adicción de millones de jóvenes y al que nada le importa perjudicarles. La falta de empatía (y de escrúpulos) le lleva a pensar que no tiene ninguna responsabilidad porque es “solo un negocio”.
El diálogo entre la parte más afectada y la parte que siempre gana (la industria) propone un cambio de perspectiva ante la percepción del problema. No son las personas las que se benefician del porno sino la industria la que se aprovecha de ellas. El vídeo utiliza una técnica de grabación común en la pornografía POV (point of view) para recrear visualmente este cambio de perspectiva, al principio es el chico joven quien cree que domina a la chica y al final es la industria del porno la que le somete sin piedad alguna.
*Fuente: “Pornografía y educación afectivosexual”. Lluís Bellester Brage. Editorial Octaedro
SINOPSIS:
Una pareja de adolescentes se besa en una habitación. El chico empuja a la chica encima de la cama imitando una de las poses del porno. La chica asustada apaga la luz y cuando se enciende, quien aparece delante del chico no es ella sino un hombre de unos 50 años que se presenta como el propietario de las plataformas que alojan los vídeos que él ve. De un modo agobiante e intimidatorio intenta convencerle de que consuma más contenidos exponiendo de manera indirecta los peligros que conlleva.